Dedicamos esta edición de Clarín Rural a profundizar en los contenidos de Expoagro 2024. El hilo conductor fue la búsqueda de eficiencia y productividad, en la saga de la «agricultura liviana» que supimos conseguir. Y que lidera a nivel mundial una nueva forma de producir alimentos, bioenergía, fibras y biomateriales.Poniendo a la agricultura del «lado bueno» del mostrador, cuando en el mundo la hacen culpable de una parte importante (30%) de las emisiones de gases que provocan el calentamiento global.El primer paso en cualquier intento por mejorar el medio ambiente es la productividad.Suena paradójico, porque no siempre el aumento de la eficiencia significa mejorar, por ejemplo, la huella de carbono.El mejor ejemplo es la agricultura europea. Los subsidios vía precios llevaron a poner más de lo que hacía falta, generando externalidades negativas, como la contaminación de cursos de agua superficiales o subterráneos, estimulando la reacción de los autopercibidos como «ecologistas».Pero nadie duda que colocar la cantidad justa de nitrógeno (por mencionar a la llave maestra que permitió duplicar la producción agrícola) implica armonizar productividad con medio ambiente. Lo mismo todo lo que se puede hacer para evitar la pérdida por desnitrificación.Cada cosa en su lugar en tiempo y forma.Aquí aprendimos mucho porque no podemos tirar manteca al techo. En el devenir, logramos bajar costos y capturar carbono.Un caso muy interesante es lo que está ocurriendo con la producción de leche.Hay una tendencia muy fuerte a la estabulación, con varias propuestas y modelos diferentes. Pero con un común denominador: independizar la «función vaca» de la «función pasto». La nueva concepción parte de que la vaca lechera es una biofábrica que convierte energía, proteína y fibra vegetal, en el producto leche.Antes, la idea era «de pasto a leche». Esto sigue vigente, pero los pioneros descubrieron que si ponemos la vaca en un corral, con techito por si llueve, y le damos una ración científicamente calculada y totalmente mezclada, puede hasta duplicar la productividad.En estos días se supo que el grupo Duhau, uno de los más pujantes de la nueva saga de agroempresarios, va a instalar un tambo de 6.000 vacas bajo techo en Arenaza. Allí la familia de Rafael Llorente y Teresa Pereda inauguró hace pocos meses su propio «free stall». Hace 30 años viajamos a Estados Unidos con el grupo CREA Lincoln, que ellos integraban, y pensábamos que el modelo de tambos estabulados no era para nosotros. Hoy los Duhau dicen que «se pagan solos» con el aumento de la productividad. Las mismas vacas que muy bien manejadas, en sistemas pastoriles, andan por los 25 litros diarios, pasan a dar 40 litros.Es un caso concreto de eficiencia y ecología, además de bienestar animal. Las vacas ya no tienen que caminar varios kilómetros por día para comer e ir a ordeñarse.Los hermanos Duhau ya habían transformado su sistema de producción de carne en Pehuajó, con un feed lot base silo de maíz. Los muchachos de Claas hicieron mucha prensa con esto, asegurando que es el silo de maíz más grande del mundo hecho con picadoras de su marca. Del feedlot pasaron a adquirir un frigorífico en Azul. El engorde a corral con silo de maíz como base es también eficiencia ambiental: una hectárea que producía 500 kg de carne en sistemas pastoriles suplementados, ahora produce más de 2.000 kg. Y por kilo de carne producida, las emisiones de metano (donde hacen foco los ambientalistas) se reducen drásticamente.Adecoagro, hace diez años, arrancó con sus propios galpones en Cristophersen.Ahora tiene 15 mil vacas en ordeñe y sumó un sistema de biodigestores, con los que cierra el círculo de la eficiencia energética y ambiental. Genera electricidad con los desechos de las vacas, integrándose al sistema eléctrico nacional.Eficiencia, productividad, economía circular.Es por acá?
Poner a la agricultura del «lado bueno»
16 marzo, 2024
Clarín